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Cumplir con las normas y reglamentos es un imperativo para empresas de cualquier tamaño y sector. La complejidad de las leyes nacionales, comunitarias e internacionales supone todo un reto al que las organizaciones deben hacer frente para evitar sanciones y una pérdida de reputación corporativa.
En este contexto, las tecnologías de última generación se han revelado como las grandes aliadas para reducir esta carga de trabajo y minimizar el riesgo de errores.
Hace unas pocas décadas, el cumplimiento normativo era una tarea totalmente manual. Las empresas tenían un equipo propio o un colaborador externo, según el caso, especializado en los aspectos legales relacionados con la actividad comercial.
Estos procesos suponían una gran carga de trabajo, ya que había que leer una a una todas las normas del sector, comprenderlas y aplicarlas correctamente. Los principales problemas de la revisión manual de documentos eran el elevado coste en recursos, la lentitud y los errores de interpretación.
Con el paso de los años, las normativas legales no solo son más numerosas, sino más estrictas. La creciente internalización de las empresas, la lucha medioambiental, el control fiscal y otros factores han propiciado la creación de estándares cada vez más complejos.
La digitalización ha supuesto un cambio radical en la forma de gestionar el cumplimiento normativo, tanto por la automatización de procesos como por la aplicación rigurosa de sistemas de almacenamiento seguro de los datos.
Los rápidos y profundos avances tecnológicos de los últimos tiempos han aportado agilidad, eficacia y seguridad en el cumplimiento de las normas. Estos son algunos ejemplos de cómo la transformación digital ha ayudado a reemplazar los procesos manuales:
La digitalización de la gestión normativa ha servido para automatizar numerosas tareas tediosas y repetitivas. Las herramientas tecnológicas ahorran tiempo y recursos, además de minimizar los errores humanos.
Las soluciones tecnológicas actuales permiten supervisar el cumplimiento normativo en tiempo real. Este seguimiento logra identificar rápidamente cambios en las normas y puntos de mejora, así como realizar las correcciones con la máxima celeridad y precisión.
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El análisis profundo de datos, gracias a los algoritmos de la inteligencia artificial, permite identificar patrones y tendencias que pueden indicar problemas en el cumplimiento normativo y alertar sobre posibles riesgos legales.
La gestión en la nube es una de las soluciones más eficaces para almacenar una gran cantidad de datos, facilitar el acceso desde cualquier lugar y, lo más importante, contar con medidas de seguridad avanzadas frente a ciberataques o accesos no permitidos.
Los algoritmos de las soluciones digitales actuales ayudan a identificar y mitigar posibles riesgos en el cumplimiento de las normas. De esta forma, las empresas pueden evitar multas y sanciones, así como los efectos negativos que esto produce sobre su reputación.
La posibilidad de acceder a una documentación actualizada, desde cualquier ubicación y de forma segura, facilita la verificación del cumplimiento normativo. Los auditores pueden consultar documentos y registros electrónicos con agilidad y precisión, lo que simplifica las evaluaciones de conformidad.
La irrupción de la inteligencia artificial ha supuesto una profunda revolución en la forma de gestionar las empresas. Técnicas avanzadas, como deep learning, big data o machine learning, permiten abordar el cumplimiento normativo con una mayor eficacia, lo que minimiza posibles incumplimientos o actividades fraudulentas.
Otra de las ventajas de la IA es su rapidez en la generación de informes con datos precisos y actualizados en tiempo real. Esta información permite a las empresas tomar decisiones informadas en materia de normativas.
Es previsible que, en el futuro, la tecnología continúe evolucionando y facilitando aún más el cumplimiento de las regulaciones por parte de las empresas. En este sentido, conviene no perder de vista los principales desafíos que conlleva la implementación de la IA, como los sesgos algorítmicos y la privacidad de datos.
Por esta razón, es fundamental que el equilibrio entre la eficiencia de la inteligencia artificial y la ética de las empresas no se rompa nunca. Por ahora, contamos con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) como guía para el uso de la IA en este ámbito.
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