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El 20 de enero de 2017, Donald Trump tomó posesión de su cargo como presidente de Estados Unidos. Ahora, tras el periodo Biden, Trump ha arrasado de nuevo en las elecciones, lo que ha vuelto a alarmar a Europa y Asia por sus conocidas políticas proteccionistas.
Analizamos los riesgos a los que se enfrentan las empresas durante los próximos años y cómo pueden sortearlos.
En su anterior etapa en la Casa Blanca, Trump se hizo notar por sus políticas migratorias y económicas, además de sus formas y desplantes ante otros mandatarios. En la cumbre del G7 en 2018, sembró el descontento con el anuncio de la imposición de aranceles a la importación de acero y aluminio de la Unión Europea, México y Canadá. No contento con ello, abandonó precipitadamente la cumbre, afirmando que Estados Unidos era la hucha de la que todo el mundo estaba robando.
Ahora, está preparando las primeras medidas que pondrá en marcha tras su toma de posesión y estas van, como cabía esperar, en la misma línea de su anterior mandato. A continuación, repasamos las principales promesas:
En su anterior legislatura, sacó a Estados Unidos del acuerdo climático de París. Biden logró que volviera a entrar, pero es probable que el país se retire del principal tratado internacional sobre el clima.
Todos los movimientos de Estados Unidos en materia económica afectan a la estabilidad geopolítica mundial. Las tensiones comerciales con China pueden suponer un riesgo para el crecimiento de ambos países, pero la tensión arancelaria puede frenar el crecimiento promedio mundial en varias décimas como consecuencia de la incertidumbre.
Los efectos del proteccionismo sobre la actividad económica se dejan notar de forma directa e indirecta.
Los aumentos arancelarios encarecen el precio de las importaciones, lo que implica un aumento en los precios que pagan los consumidores y las empresas estadounidenses. Como consecuencia, se reduce el consumo y las inversiones.
El objetivo es compensar ese efecto negativo como el aumento de los ingresos fiscales que proporcionan los aranceles, aunque su impacto no suele ser de gran magnitud para las arcas públicas.
Por otra parte, los exportadores chinos podrían reducir su margen de beneficios para abaratar el precio de sus productos y llegar a más consumidores y empresas estadounidenses.
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Cuando los hogares y las empresas se enfrentan a escenarios de incertidumbre, como es el caso, se suele reducir el gasto y la inversión. Este hecho afecta negativamente a la actividad económica global y suele elevar los costes de financiación, lo que, a su vez, redunda en más recortes de gasto e inversión.
La incertidumbre es el factor más relevante en una situación de medidas proteccionistas y amenazas comerciales. Al mismo tiempo, es complicada de medir en términos objetivos. Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE) apuntan a unas tasas de crecimiento del PIB mundial entre 2 y 4 décimas por debajo de lo previsto.
El mayor impacto se sufriría en Estados Unidos y China, ya que la Unión Europea podría beneficiarse del desvío comercial. No obstante, si las tensiones aumentan, Europa podría experimentar una significativa ralentización de su crecimiento económico.
La preocupación principal de los CEO es cómo prepararse para el aumento del proteccionismo y la subida generalizada de aranceles. Se espera un incremento del 60 % para las importaciones de China y del 20 % para las importaciones del resto de países.
Según los economistas, es más que probable un aumento de todos los precios, lo que obligaría a las empresas a reajustar sus planes de fabricación y sus inversiones. Además, conviene prepararse para posibles problemas en la cadena de suministro.
La preocupación se extiende más allá de los efectos negativos a corto y medio plazo. Si el proteccionismo alcanza también a las empresas tecnológicas extranjeras, el impacto podría ser mucho mayor.
Por el momento, solo cabe estar expectantes ante los primeros pasos tras la toma de posesión de Trump.
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