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La retribución variable, también conocida como pago por desempeño, es una parte del salario que no es fija, sino que depende del cumplimiento de objetivos previamente definidos. Hoy en día se ha convertido en un sistema de pago siempre más utilizado por las empresas, y que parece tener ciertos beneficios ya que puede reforzar la motivación y el compromiso de los empleados, al mismo tiempo que impulsa la productividad de la compañía.
Pero, ¿cómo valorar correctamente sus ventajas y sus riesgos para asegurar que sea efectiva y sostenible?
Empezamos a ver más en detalle todas las ventajas de la retribución variable.
Uno de los grandes atractivos de la retribución variable es que, al recompensar objetivos estratégicos, se motiva a los empleados a centrarse en lo que realmente importa para el negocio, lo que puede impulsar el crecimiento.
Cuando una parte del salario depende del desempeño, las personas suelen esforzarse más. Con una recompensa económica extra no solo se reconoce el esfuerzo, sino que supone un refuerzo psicológico importante de compromiso con la empresa.
Desde el punto de vista de la empresa, un sistema bien diseñado de retribución variable proporciona flexibilidad financiera: si los objetivos no se alcanzan, no se paga, lo que permite ajustar los costes al desempeño real. Además, al invertir en el talento a través del salario variable, la empresa convierte parte de sus costes en una “inversión” en productividad, no solo en gasto fijo.
Ofrecer incentivos variables puede hacer que la oferta laboral sea más atractiva, y al mismo tiempo, fidelizar a esos profesionales que saben que sus buenos resultados serán premiados.
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A pesar de sus ventajas, la retribución variable también puede acarrear problemas si no se diseña y gestiona con cuidado.
Evaluar el rendimiento de manera justa no es siempre sencillo, ya que no todos los puestos son fácilmente cuantificables. Medir el impacto real de una persona puede implicar criterios cualitativos y cuantitativos difíciles de equilibrar.
Los esquemas de pago por desempeño mal planteados pueden fomentar una competencia poco saludable entre empleados, reduciendo la colaboración y el trabajo en equipo.
Un riesgo frecuente es que los empleados persigan resultados rápidos para cobrar sus bonus, en lugar de pensar en iniciativas a largo plazo, algo que puede desincentivar la innovación, el desarrollo sostenible o las inversiones estratégicas que no generan beneficios inmediatos.
Para el trabajador, depender en parte de un pago variable puede generar inseguridad: los ingresos pueden fluctuar mucho según el cumplimiento de metas, lo que aumenta la presión llevando a estrés laboral. Además, si los objetivos no están bien calibrados o son poco realistas, puede haber desmotivación en lugar del efecto deseado.
Si la evaluación del desempeño no está bien estructurada, se puede caer en juicios subjetivos que minen la equidad del sistema. La sensación de injusticia entre empleados puede erosionar la confianza y, con ella, el compromiso.
Implementar y mantener un sistema de retribución variable requiere recursos y trabajo: desde definir métricas y realizar mediciones, hasta calcular pagos y comunicar los resultados.
Para que la retribución variable funcione bien, es importante definir objetivos claros y alcanzables, combinando métricas cuantitativas y cualitativas. Lo mejor es incorporar también criterios no financieros, como sostenibilidad o valores corporativos, para tener una visión más completa del desempeño.
La transparencia es clave: los empleados deben entender cómo se calculan los incentivos y qué peso tiene cada indicador y, para asegurar la equidad, las evaluaciones deben revisarse en equipo. También se pueden usar referencias externas, como estándares de “mejores prácticas” que permitan comparar resultados.
En algunos casos, diferir una parte del pago ayuda a garantizar que los bonus estén ligados a resultados sólidos y sostenibles, especialmente en sectores regulados (como banca o seguros). Además, es importante que el sistema se revise periódicamente para adaptarse a cambios internos y externos.
Al medir los riesgos, conviene considerar:
La retribución variable es una palanca poderosa: bien diseñada, puede impulsar la motivación, alinear al equipo con la estrategia y flexibilizar los costes para la empresa. Sin embargo, no está exenta de peligros: mala medición, objetivos poco realistas, falta de transparencia o exceso de competencia pueden desvirtuar sus beneficios.
Por eso, para aprovechar al máximo esta herramienta, es esencial medir cuidadosamente tanto sus ventajas como sus riesgos, combinando métricas, asegurando un enfoque justo y revisando continuamente el sistema.
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