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La morosidad tiene un importante coste financiero para las empresas. Cada día que transcurre desde el vencimiento de una factura hasta que se cobra, la compañía está perdiendo dinero. Si una compañía proveedora financia sus créditos a clientes mediante préstamos, el sobrecoste de la morosidad es mayor.
Según CEPYME, la deuda comercial con retraso de pago alcanzó el 73,3% el primer trimestre de 2022 (los últimos datos publicados), siendo el mayor repunte trimestral en doce años y convirtiéndose en una de las principales preocupaciones de las empresas.
La consecuencia inmediata del retraso en el cobro de las facturas es la disminución del beneficio de la venta. A largo plazo, si la morosidad alcanza sumas considerables, puede incluso llevar a la quiebra de la compañía.
El coste del retraso en el pago de las facturas se calcula utilizando una simple ecuación:
Importe del crédito en mora x (días de retraso/360) x coste de los recursos = coste de morosidad
Cuanto más se dilate en el tiempo el abono de las facturas, mayor coste implicará para el proveedor. A esto hay que sumar el hecho de que, si se acumulan cientos facturas (o unas pocas, pero de importe elevado) que se cobran más tarde de lo previsto, el flujo de caja de la empresa se puede ver gravemente perjudicado y derivar en una situación crítica de falta de liquidez.
Por tanto, una de las funciones primordiales del departamento financiero es luchar contra la morosidad para evitar que los costes se disparen, con el consiguiente perjuicio para la empresa.
La situación económica actual está provocando importantes retrasos en el pago de las facturas entre empresas. Según datos del Observatorio de la Morosidad, en el primer trimestre de 2022 se produjo una demora media de 84 días. La deuda acumulada durante este periodo alcanzó una suma de 348.992 millones de euros, un 42% más que en el mismo periodo del año anterior.
Estas cifras ponen de manifiesto que no se cumple el plazo máximo establecido por la legislación, que es de 60 días para pagos entre empresas. Tardar en cobrar (o no poder hacerlo) pone en riesgo la supervivencia de muchos negocios.
Las fórmulas para garantizar el cobro de facturas y prevenir los riesgos de la morosidad son varias. A continuación podemos encontrar algunas de las estrategias habituales:
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Estas medidas preventivas ayudan a reducir la tasa de morosidad y a prevenir los impagos. Aun así, no evitan el riesgo de falta de liquidez debida a retrasos en el cobro de facturas.
Por este motivo, es recomendable utilizar una de las herramientas más eficaces para mantener una tesorería saneada: el servicio de factoring.
El Factoring es un servicio financiero que se contrata con una entidad financiera y que permite cobrar con antelación las facturas emitidas. Su funcionamiento es sencillo: la entidad abona a la empresa el importe de las facturas a cambio de un porcentaje sobre las mismas. En ese momento, el banco pasa a convertirse en acreedor y libera a la compañía del riesgo de impagos si ésta ha contratado la modalidad sin recurso.
Las principales ventajas de los servicios de Factoring son las siguientes:
En resumen, todas las medidas preventivas que se pongan en marcha para combatir la morosidad son necesarias para mantener unas cuentas saneadas. Asimismo, el Factoring supone un sistema muy interesante para garantizar el cobro de las facturas y disponer de liquidez sin comprometer otros recursos de la empresa.
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