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Hasta hace muy poco tiempo en las empresas se hablaba de dirigentes y no de líderes. Los dirigentes son aquellos a los que se les asigna un equipo de trabajo al que tienen que gestionar para la consecución de unos objetivos comunes para la empresa. Y esto es todo. Este sistema se basa en órdenes, poca comunicación, falta de seguimiento, ausencia de relaciones interpersonales, etc., es decir, lo que prima es conseguir los objetivos independientemente de quién los cumpla. El resultado es lo importante.
Desde luego este concepto se aleja mucho de lo que hoy en día se entiende por liderazgo, que está íntimamente relacionado con términos como colaboración, comunicación multidireccional, guía y compañerismo.
La empatía o el feeling es algo que hay que trabajar desde la primera impresión. Para conseguir convencer a un grupo de personas sobre la realización de un trabajo en común, primero se debe transmitir confianza.
Si el grupo no confía en las palabras del líder, la comunicación nunca será del todo efectiva y por tanto los resultados serán inferiores a los esperados.
Para ganarse la confianza, no solo es necesario utilizar las palabras correctas sino también poder demostrar con hechos lo que se está diciendo.
Nunca debemos olvidarnos de que estamos tratando con personas y las emociones son las que realmente transmiten la motivación y desmotivación, por ello un buen líder debe saber ponerlas de su parte transmitiéndolas en sus discursos. Si una persona se muestra como lo que es, un ser humano emocional, esto generará credibilidad en el equipo.
El discurso será la carta de presentación del líder y de aquí todos los que escuchan sacarán su primera impresión.
Cuando una persona habla, está mostrando sus dotes de comunicación, su nivel cultural y su capacidad intelectual. Por ello es importante que un líder hable correctamente si quiere generar admiración y seguimiento por parte de sus colaboradores.
Está claro que para convencer a alguien sobre algún aspecto, es necesario contar con unos buenos argumentos, y con ello no nos referimos a utilizar un lenguaje complejo con términos incomprensibles y demasiado técnicos para la mayoría, sino todo lo contrario, el lenguaje deber ser claro, directo y sencillo.
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No se trata de imponer ni de “sentar cátedra» con sus afirmaciones, sino que por el contrario, debe mostrar una actitud flexible y abierta a otras posibles reflexiones y opiniones de los miembros de su equipo. Para ello debe dar pie a la participación colectiva y una de las mejores armas es utilizar un correcto lenguaje corporal. No solo las palabras deben sonar cercanas, sino que los gestos, expresiones corporales, faciales, el movimiento de las manos, la mirada…etc, deben ir en sintonía con lo que se está transmitiendo.
Este punto se refiere a la intensidad, volumen y pasión. Un buen líder no debe únicamente saber hablar correctamente sino que también debe saber cuando dejar paso al silencio y a la escucha activa de sus colaboradores. Se trata de colaborar, no de imponer, La palabra es un arma de doble filo, puede volverse a nuestro favor o en nuestra contra, por ello es muy importante meditar muy bien sobre lo que se va a decir antes de hablar.
Este es el último punto pero quizás el más importante, ya que todas las palabras deben de conducir a la acción. Si tratas de convencer a un grupo de personas de que hagan algo que va a merecer la pena, tú debes ser el primero en pasar a la acción. De nada sirve un bonito discurso si después no pones en práctica tus palabras.
¿Qué otros puntos añadirías para un buen discurso de liderazgo?
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