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Cuando se están tratando temas de economía es común oír hablar de la inflación, pero no todo el mundo sabe qué es exactamente, aunque es algo que afecta a la sociedad en su conjunto. Lo que sí parece estar claro es que si sube demasiado es síntoma de que algo puede estar yendo mal.
Es un proceso económico que se da cuando hay un desequilibrio en el mercado entre la oferta y la demanda. Implica una subida del precio de los productos básicos, lo que se traduce en una pérdida de poder adquisitivo para las familias.
El Índice de Precios al Consumo o IPC es elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y nos dice cuál es el precio medio de la cesta de la compra de un hogar (teniendo en cuenta los productos básicos que siempre es necesario adquirir).
En todos los países existe algo similar ya que es precisamente este IPC el que ayuda a calcular qué nivel de inflación hay.
Cuando los precios de los bienes y servicios básicos de una economía suben de forma generalizada durante un tiempo, se puede decir que sube la inflación. Si comprar productos básicos cuesta más, esto implica que el valor del dinero disminuye, puesto que con él se puede consumir menos.
A mayor inflación menor poder adquisitivo de los consumidores. Es por eso que es indispensable mantener un control sobre ella.
En Alemania, tras la Primera Guerra Mundial, se produjo una hiperinflación. El dinero llegó a tener tan poco valor que apenas se podía comprar nada, así que muchas personas preferían dárselo a los niños para que jugaran antes que hacer transacciones con él.
A nivel particular, la inflación es una gran enemiga del ahorro. Si una persona tiene ahorrados 50.000 euros para su jubilación, cuando le llegue el momento de retirarse de la vida activa puede encontrarse con que ese dinero ya no tiene el mismo valor.
Si la inflación ha subido mucho, la cantidad de bienes y servicios a los que se podrá acceder con ese dinero será mucho menor que cuando se ahorró.
Por eso, los especialistas recomiendan siempre invertir el dinero ahorrado en productos que, como mínimo, ofrezcan una rentabilidad igual al nivel de inflación.
Es normal que los precios suban, el problema aparece cuando ese crecimiento no va acompañado de un aumento equivalente en los salarios.
Es entonces cuando comienzan las crisis, pues se reduce el poder adquisitivo tanto de las personas como de las empresas y de los propios Estados.
En una economía en la que los precios suben pero que, a la vez, está en recesión, se produce el fenómeno de la estanflación, que es el peor escenario posible, puesto que es una economía que no crece y en la que los precios no dejan de subir.
Dado que la inflación puede llegar a convertirse en un problema grave, los países buscan maneras de tenerla controlada y, cuando crece más de lo normal, se disparan las alarmas. Este ha sido el caso de Estados Unidos.
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El IPC del mes de abril en Estados Unidos se situó en un 4,2 % interanual, superando las expectativas de los economistas y alcanzando un máximo que no se veía desde septiembre de 2008, cuando comenzó la anterior crisis económica.
En España se ha registrado un incremento del 2,7 % anual en el mes de mayo, el más alto en los últimos 4 años.
Los expertos creen que la situación puede empeorar todavía más a medida que la economía vaya volviendo a la normalidad tras la crisis provocada por la covid-19.
El crecimiento de la inflación está afectando ya a la economía estadounidense y también a la de la Unión Europea. Ante el miedo a una escalada inflacionista y una posible crisis, suben los intereses que los Estados tienen que pagar por financiarse.
Esto sucede porque los inversores ya no están tan dispuestos a comprar sus bonos si no es a cambio de una buena rentabilidad. El bono de EE.UU. tiene ahora un interés del 1,59 %, mientras que el bono español ha superado ya el 0,46 % de interés.
Para las empresas la inflación puede acarrear distintos problemas que afectan directamente a la adquisición de mercancías, la producción o la demanda generada por los consumidores.
Si nos fijamos en la cadena de suministro, el aumento de los precios conlleva un encarecimiento de los componentes del ciclo productivo de muchas empresas, que tienen que gastar más para producir lo mismo.
Ahora mismo encontramos muchos cuellos de botella en la cadena de suministro que contribuyen a generar un aumento de los precios.
En el ámbito de la producción, la subida de los precios de la energía y el aumento del precio de las materias primas han hecho que producir sea ahora más caro, dando lugar a un incremento de los precios en el mercado.
En cuanto a la demanda, el encarecimiento de los productos y la disminución del valor del dinero provoca que muchos consumidores se muestren más reticentes a comprar.
La adquisición de productos, especialmente aquellos que no son de primera necesidad, se reduce y esto puede derivar en una situación delicada para las empresas, que se ven obligadas a modificar precios para poder vender.
La situación preocupa a los expertos en economía ya que la inflación afecta no sólo al entorno económico, sino al social y al político, por lo que será necesario estar atentos para ver cómo evolucionan los datos en los próximos meses.
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