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El proceso de globalización económica, política y social que comenzó hace unas décadas expandió el comercio internacional. Los avances en comunicaciones y tecnología, así como los acuerdos mundiales sobre aranceles aduaneros, lograron reducir las barreras comerciales.
Las crisis financieras, las medidas proteccionistas de países como China y Estados Unidos, la pandemia y actualmente la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania, entre otras causas, han provocado un paulatino deterioro de la mundialización. Muchos expertos opinan que nos encontramos ante un proceso de desglobalización, mientras que otros creen que simplemente estamos ante una etapa transitoria.
La irrupción de la pandemia en 2020 marcó un punto de inflexión en el proceso de globalización al frenarse la movilidad internacional. Sin embargo, hacía ya tiempo que este modelo económico estaba mostrando síntomas de agotamiento.
La economía mundial parece haber iniciado el camino hacia la desglobalización comercial, lo que puede suponer un retroceso en la interdependencia social, cultural y tecnológica. Esto no significa que la fabricación vuelva a ser local, pero muchas empresas se plantean trasladar sus centros de producción a entornos más cercanos desde el punto de vista geográfico, político y cultural.
Las principales causas que han contribuido a la desglobalización son las siguientes:
Después de varias décadas caracterizadas por el crecimiento en los intercambios comerciales internacionales, en 2019 se produjo el primer descenso del volumen total de transacciones a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Las políticas para mitigar los daños producidos por la contaminación y los efectos del cambio climático se están traduciendo en una adaptación paulatina de la fabricación y el transporte internacional.
La transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono, auspiciada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por la ONU, implica cambios profundos en el comercio internacional. En paralelo, es innegable un cambio de tendencia en el consumidor, que comienza a valorar los beneficios del comercio de proximidad y de la producción sostenible.
Este proceso requiere una gran inversión económica para lograr que las normas de comercio internacional contribuyan a hacer frente al cambio climático. La clave está en que las medidas gubernamentales se coordinen a nivel mundial y sean totalmente transparentes. La OMC ayuda a los países a afrontar la crisis del clima creando un entorno comercial basado en normas que apuestan por la sostenibilidad.
No se puede negar que, aunque el comercio internacional genera emisiones ligadas a la producción y al transporte, la tecnología y las prácticas sostenibles son grandes aliadas para combatir el cambio climático sin renunciar a la globalización.
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Al margen de las causas mencionadas, que cuestionan la viabilidad de la mundialización a largo plazo, existen otras cuestiones que podrían hacernos pensar en una desglobalización definitiva:
Por último, no podemos olvidar el hecho de que en algunos países se está poniendo un freno a las inversiones extranjeras por razones geopolíticas. China, primer exportador y segundo importador mundial, es uno de los principales países que genera recelos en este sentido. De hecho, todo apunta a que el país asiático está poniendo en marcha una estrategia de autosuficiencia para dejar de depender del exterior en cuanto a bienes estratégicos.
Los factores que intervienen en una posible desglobalización son múltiples y complejos, por lo que resulta complicado establecer previsiones a largo plazo. No obstante, existen numerosos indicios que apuntan a que la economía mundial evolucionará hacia los mercados de proximidad.
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