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El cambio climático como consecuencia de la actividad humana es un hecho en el que coinciden el 97% de los investigadores. Los escenarios futuros plantean diferentes situaciones en función de diversos factores, pero lo que resulta innegable son sus implicaciones financieras y económicas en las empresas.
Los fenómenos climatológicos extremos son cada vez más frecuentes. Las inundaciones y las sequías prolongadas, entre otros desastres naturales, son algunos riesgos físicos del calentamiento global. Los gobiernos están implementando medidas para mitigar sus efectos y aquí radica el principal riesgo transicional: las implicaciones económicas.
Los riesgos físicos son las consecuencias directas de fenómenos naturales debidos al cambio climático. Algunos ejemplos de este tipo de daños son la pérdida de cosechas y animales, la escasez de recursos, la interrupción de las comunicaciones y la consiguiente paralización de la actividad en las empresas.
Se estima que el perjuicio económico a lo largo de esta década (descenso de la producción agrícola y pesquera, daños en edificaciones e infraestructuras y subida del nivel del mar, entre otros) puede alcanzar los 250.000 millones de dólares.
Las políticas orientadas a paliar los riesgos físicos del cambio climático, como la transición energética, es un desafío para las empresas. El modelo de economía basado en bajas emisiones de gases de efecto invernadero supone grandes transformaciones.
Las prohibiciones y las regulaciones, especialmente las que afectan al uso de combustibles fósiles, amenazan la continuidad de numerosas empresas.
Todo lo anterior genera una gran incertidumbre en los mercados financieros, que temen una evolución negativa de la economía a largo plazo.
Por el momento el impacto no se está notando, pero los expertos advierten de la necesidad de llevar a cabo una transición ordenada hacia el nuevo modelo de economía verde. Los cambios bruscos podrían afectar a la supervivencia de muchos negocios como consecuencia de la pérdida de inversores, la dificultad para acceder a la financiación y el alza desbordada de las primas de riesgo.
Frente a una situación de peligro inminente existen tres formas de reaccionar: huir, quedarse paralizado o actuar. Estas también son las alternativas que tienen las empresas para abordar el futuro.
Las organizaciones que miren para otro lado tendrán menos posibilidades de sobrevivir al cambio del modelo económico. Por el contrario, las compañías que ejerzan un papel activo, asumiendo el liderazgo de la transición, tendrán ante sí mayores oportunidades para crecer.
La economía basada en bajas emisiones de carbono es un reto, pero tomar las riendas probablemente sea la única opción viable. Las empresas pueden abordar el cambio apostando por el desarrollo de bienes y servicios sostenibles que sirvan de base para las nuevas formas de producción.
Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos encabezan la lista de países que trabajan en nuevos modelos productivos de cuatro áreas fundamentales: energías renovables, productos eficientes, vehículos de bajas emisiones y financiación de actividades sostenibles.
Esta apuesta se ha traducido en un aumento de beneficios y crecimiento del empleo en las compañías que han adoptado soluciones activas frente al cambio climático. Al mismo tiempo, se está produciendo un interesante efecto colateral: aumenta interés por parte de los inversores y las entidades financieras en ese nuevo ecosistema empresarial.
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La creciente sensibilización de la sociedad con relación al cambio climático también supone una oportunidad para las empresas. Los consumidores están cada vez más preocupados por la huella de carbono de sus compras.
El cambio de mentalidad está dando lugar a un significativo crecimiento en las ventas de productos sostenibles, sin plásticos, de comercio local o ecológicos, entre otros. Las marcas que han adoptado estos valores no solo aprecian un incremento de sus beneficios. Además, la percepción positiva por parte del público se refleja en una mayor reputación para las compañías.
Las sinergias entre gobiernos y empresas son la clave para superar los desafíos financieros del cambio climático e impulsar el crecimiento económico en un mundo más sostenible. Todo apunta a que las dos próximas décadas serán determinantes para las compañías que asuman un papel activo. Quienes apuesten por iniciativas encaminadas a reducir sus emisiones tendrán mayores oportunidades de crecer de forma sostenida en el tiempo.
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