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A finales de 2019 ya eran muchas las voces expertas en economía y finanzas que advertían de la proximidad de una nueva crisis. Lo que nadie esperaba es que fuera una pandemia la que acabaría poniendo el mundo patas arriba.
La paralización de los mercados y las restricciones de movilidad aplicadas han afectado de forma profunda a la economía. Y eso ha despertado al viejo fantasma de la inflación, que amenaza ahora con tener un efecto directo sobre los salarios y el empleo.
La inflación es un proceso económico que se produce cuando hay un desajuste entre la oferta y la demanda. Si no hay equilibrio, el precio de los bienes y los servicios (incluidos los de primera necesidad) sube.
La consecuencia directa es que los ciudadanos pierden poder adquisitivo, porque con el dinero que ganan pueden adquirir cada vez menos artículos o servicios en el mercado. La subida de la inflación da lugar a un empobrecimiento de la población, de ahí que los procesos de hiperinflación sean tan temidos por los economistas.
Los datos macroeconómicos en Europa son aparentemente buenos. La actividad en la zona euro ha estado creciendo en los últimos meses a ritmo de récord.
Sin embargo, no todo es tan bonito como parece. Cualquier consumidor medio ha notado que, en los últimos meses, comprar productos electrónicos, ropa y hasta alimentos le resulta más caro. Esto se debe a que el sector industrial está atravesando algunos problemas.
El primero de ellos es que los costes de producción se han incrementado. La actividad manufacturera está desacelerando su ritmo de crecimiento porque tiene problemas de abastecimiento. Las restricciones que se siguen aplicando en algunos países están dando lugar a que haya retrasos en la cadena de suministro y las materias primas no lleguen a tiempo y sean más caras.
Por otro lado, el sector industrial no cuenta con todos los trabajadores que necesitaría. Hay pocos profesionales bien capacitados y las empresas tienen que competir para retenerlos, lo que está dando lugar a una subida de salarios generalizada que supone, a la vez, un incremento de los costes laborales. Todo ello está generando una situación en la que producir tiene un coste más alto. Y, en consecuencia, el producto final le resulta más caro al consumidor.
Una inflación descontrolada puede provocar un rápido empobrecimiento de la población, lo que impide que la gente pueda cubrir sus necesidades básicas a pesar de tener un empleo.
Cuando en el mercado suben los precios, la presión para que se incrementen los salarios es mayor, puesto que los ciudadanos no desean perder poder adquisitivo. El problema es que a día de hoy muchas empresas no están en una situación que les permita poder abordar una subida generalizada del sueldo de sus empleados.
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La demanda de bienes y servicios arrastra muchos meses de caída. Aunque ahora la situación haya mejorado, muchos agentes económicos todavía no han podido recuperar lo que han perdido en el algo más de año y medio que llevamos de pandemia.
De ahí que temas como la subida del SMI, el Salario Mínimo Interprofesional, causen preocupación entre las empresas, porque muchas de ellas no podrán afrontar una nueva subida de costes laborales. De hecho, algunos expertos creen que una subida de los salarios, ya venga impuesta por disposición legal como en el caso del SMI o por Convenio Colectivo, puede afectar de manera directa a los niveles de empleo.
En la crisis anterior ya vimos que la primera forma que tienen las empresas de afrontar las dificultades económicas es reducir los costes laborales, y para ello recurren a los despidos. Así, podríamos tener que enfrentarnos a una situación en la que los salarios suban lo justo para que la inflación no suponga un problema grave para el bolsillo de los ciudadanos, pero, a la vez, aumenten los niveles de desempleo.
La inflación es siempre un tema complicado de gestionar para los gobiernos y para las empresas y, a ello se le suma que, en la actualidad, estamos atravesando un momento de gran incertidumbre debido a la pandemia.
A día de hoy, hacer previsiones económicas es más complicado que nunca. Pero lo que parece claro es que la subida de los precios empieza a convertirse en una preocupación importante para todos los agentes que intervienen en el mercado.
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