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El impuesto progresivo es aquel que se establece en función de la base imponible. Es decir, el porcentaje aplicado sobre la base imponible aumentará a medida que la capacidad económica del contribuyente crezca. A mayor renta, mayor porcentaje impositivo.
Este sistema tributario suele utilizarse en aquellos impuestos aplicados sobre la renta personal ya que su principal objetivo es la redistribución equitativa de la riqueza disminuyendo la presión tributaria sobre las rentas más bajas. Los sujetos con más capacidad económica asumirán una mayor carga fiscal, hecho que se basa en la idea más social del impuesto.
Además, busca disminuir la incidencia impositiva sobre aquellos contribuyentes con menor capacidad económica, ya sea disminuyendo la tasa tributaria u ofreciendo exenciones y deducciones fiscales.
Aunque generalmente el impuesto progresivo aumentará en función del crecimiento de la base imponible, encontramos dos tipos de progresividad:
Además, dentro de la alícuota progresiva también podemos observar dos casos distintos en cuanto a la progresividad:
Asimismo, también existe el caso de la progresividad sobre el tipo único, es decir, aquel impuesto cuyo porcentaje aplicable sólo es uno. En este caso, la progresividad se aplicaría considerando un mínimo exento, que consiste en una cantidad de la base imponible cuyo porcentaje aplicado es un 0 %.
Considerando este mínimo exento, por ejemplo, en 1.000 €, aquellas bases imponibles inferiores a esta cantidad están exentas de tributación, mientras que a aquellas que la superen deberán restarse los 1.000 € y aplicar el porcentaje único sobre la cantidad restante.
Por ejemplo, si tenemos una base imponible de 1.500 € y un tipo único del 30 %, deberemos restar a la base imponible los 1.000 € del mínimo exento, quedándonos con 500 €. El tipo impositivo se aplicará sobre esta última cantidad, obteniendo un impuesto final a pagar de 150 €. Si calculamos el impuesto final sobre la cifra inicial de 1.500 €, obtenemos un porcentaje impositivo aplicado del 10% sobre el total inicial.
De esta manera, haciendo un cálculo sencillo, aun existiendo un tipo único, se puede observar que aplicando dicho porcentaje sobre la cantidad restante (habiendo descontado el mínimo exento) el porcentaje final aplicado variará en función de la base imponible inicial.
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En España encontramos tres impuestos directos a los que se le aplica la progresividad:
El más conocido y que se aplica en la totalidad de los casos es el IRPF, cuya base imponible la conformará la renta del contribuyente y tendrá en cuenta factores como la situación familiar. En este caso, la progresividad del IRPF funcionará por escalones o tramos.
Como hemos podido ver, la progresividad impositiva confirma la vertiente más social de los tributos, centrándose en la redistribución de la riqueza y el equilibrio entre las rentas altas y bajas.
Aunque existen ciertas críticas a este sistema impositivo, tratándolo de desincentivador del crecimiento económico, durante los últimos años se ha planteado aplicar la progresividad a otros impuestos al consumo, como el IVA. Aun así, las propuestas nunca han llegado a puerto y se han quedado en simples debates políticos.
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