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Una quita consiste en la reducción de una deuda en un tanto por ciento, que acostumbra a fijarse en un 15 o 20.
Se basa en un convenio entre el prestamista y el prestatario, donde el primero acepta rebajar la cuantía adeudada y el segundo se compromete a facilitar el abono del dinero.
De esta manera, el acreedor se asegura de recibir una parte del dinero y evitar la posibilidad de impago y el deudor cuenta con mejores opciones de devolución.
La quita se puede aplicar a diferentes tipos de deudas, como la hipotecaria, la crediticia o la deuda pública, entre otras. También se utiliza como último recurso en la fase preconcursal de una empresa como herramienta de negociación.
Cabe decir que la situación en la se encuentra una empresa que recurre a la quita suele ser extrema, acumulando meses de atrasos, viéndose en una suspensión de pagos.
Esta herramienta suele utilizarse sólo cuando la realidad de la compañía es muy grave y las alternativas de pago son inexistentes.
Por otro lado, la quita no debe confundirse con otros recursos como la condonación de deuda, la cancelación o la remisión.
Dependiendo de la situación, pueden ser el deudor, el acreedor o ambos quienes tomen la iniciativa de la negociación.
Según las circunstancias de la deuda, será una u otra parte la que recurra a la quita como estrategia para reducir tensiones, facilitar la continuidad de la empresa y contar con la devolución final de la cantidad a deber.
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Aunque parece una opción atractiva para reducir tensiones en los pagos y poder seguir adelante con el proyecto, una quita conlleva consecuencias que pueden ser muy negativas para el futuro de la empresa deudora.
Al recurrir a la quita, se generará una mancha en el historial crediticio de la empresa, ya que su situación actual quedará registrada en el buró de crédito – ASNEF, RAI o BADEXCUG – durante un periodo mínimo de seis años.
Este hecho supondrá una pérdida de la confianza por parte de las entidades de crédito a la hora de financiar los proyectos de la empresa en el futuro, enfriando las relaciones comerciales que ésta pueda tener y complicando su desarrollo e inversión.
Es importante conocer la capacidad de la empresa para cumplir con los pagos antes de solicitar cualquier préstamo, para no llegar a una situación de insolvencia y tener que recurrir a una quita.
Aún así, si la situación financiera de la empresa es grave, se puede ejecutar la quita como último recurso.
Una vez saldada la deuda es posible recuperarse volviendo a optar por productos financieros, cuando haya pasado el periodo de registro en el buró, con el fin de mejorar la puntuación crediticia de la compañía.
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