El aval: todo lo que debes saber

Préstamos para empresasÚltima actualización el 9 de Junio de 2021

Cuando se solicita un préstamo muchas veces es común pedir un aval con tal de facilitar el acceso al crédito para el solicitante. 

Un aval es un contrato en el que interviene una tercera persona, que puede ser física o jurídica, para garantizar la devolución de un crédito en el caso de que el solicitante no pudiera cubrirlo.

Constituye una garantía para el acreedor, puesto que se asegura el abono de la cantidad a deber por parte del avalista y es ésta la figura que responde en caso de incumplimiento de la obligación por parte del deudor.

La principal función del aval es la de permitir que el crédito sea otorgado ya que, al añadir esta garantía, la entidad crediticia adquiere un grado de confianza mayor para con el solicitante del crédito o préstamo.

Los solicitantes de un aval normalmente son entidades crediticias o la misma administración pública cuando realiza la contratación con una empresa o particular.

¿Qué figuras intervienen en el aval?

Como hemos mencionado, el aval es un contrato en el que intervienen tres partes, cuyas firmas han de aparecer en el contrato de préstamo:

  • Avalado. Es el solicitante del préstamo. En función de la cantidad requerida o del grado de confianza que el prestamista deposite en él, el aval será o no necesario.
  • Avalista. Persona física o jurídica que se presenta como garantía de devolución de la deuda en caso de impago por parte del deudor. 
  • Beneficiario. Prestamista del crédito. Recibirá la cantidad a deber, sea por parte del avalado o del avalista.

Tipos de avales: según el avalista

La figura del avalista puede ser tanto una persona física como jurídica. Actualmente encontramos dos tipos de aval, el aval bancario y el aval personal.

  • En el aval bancario, tal y como su nombre indica, es la entidad bancaria la que asume el rol de avalista. A cambio del pago de una comisión mensual por parte del avalado, la entidad se haría cargo de la deuda en caso de impago.
  • El aval personal es el más extendido. El rol de avalista es asumido por una tercera persona que, firmando el contrato, se compromete a cubrir la deuda si el avalado no puede hacerlo.

Además de estos dos, hay un tercer tipo de aval que se solicita especialmente en la contratación pública, el aval técnico.

Este aval no garantiza la devolución de una deuda, sino la ejecución de un proyecto, como puede ser una obra pública o la construcción de una carretera. El avalado, en este caso, es la empresa contratada por la administración y el avalista suele ser una entidad bancaria. 

Con nuestra guía de financiación alternativa podrás aprender todo lo que debes saber acerca de cómo conseguir financiación más allá del banco.

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Cuándo se solicita el aval

Aunque existen casos en los que se puede conceder un préstamo sin aval, hay situaciones en las que la entidad bancaria no tiene confianza total en el solicitante o la cantidad a prestar es elevada, por lo que el prestamista solicitará el aval para facilitar la transacción aumentando la confianza en el prestatario. 

El aval puede ser solicitado por cualquier entidad prestadora de servicios mientras se trate de un contrato de larga duración. Suele pedirse en casos en los que el individuo tiene que hacer pagos recurrentes como alquileres, hipotecas o préstamos personales.

Quién puede ser avalista

Para poder ser avalista, se deben cumplir una serie de requisitos:

  • Ser mayor de edad, en el caso de que el avalista sea una persona física
  • Contar con una fuente de ingresos estable y recurrente
  • No tener deudas pendientes de pago
  • Contar con bienes totalmente propios con los que poder afrontar el pago en caso de tener que cubrir la deuda

Teniendo en cuenta todos estos aspectos, es importante que el avalista tenga mucha confianza en el avalado y cuente con que éste ejecute la deuda por su cuenta ya que, en caso de impago, será él quien afronte el pago o se vea obligado a ceder su patrimonio en favor del prestatario. 

Es imprescindible conocer todos los aspectos que conlleva asumir el rol de avalista y leer con especial atención el contrato que se firma con la entidad crediticia para evitar posibles complicaciones y situaciones delicadas.

Cabe decir que también existen otras fuentes de financiación que suponen una alternativa en aquellos casos en los que no se cuenta con aval y existe una necesidad de conseguir liquidez para desarrollar o estabilizar una compañía.

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