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Un préstamo hipotecario es un producto financiero cuya finalidad es la concesión de una determinada cantidad de dinero, que irá destinado a la compra o restauración de un bien inmobiliario.
Está considerada como una de las operaciones de préstamos para empresas y particulares más solicitadas.
La particularidad de los préstamos hipotecarios es que las entidades de crédito que los conceden, además de las garantías personales que exigen en cualquier operación de préstamo, también requieren garantías reales acerca del cumplimiento de pago sobre la operación. En este caso, la garantía es el propio bien que se hipoteca, que de producirse el impago, la titularidad pasará automáticamente a la entidad financiera.
Los préstamos hipotecarios cuentan con una serie de peculiaridades que los diferencian de cualquier otra operación de crédito. Algunas de ellas son:
Todos los préstamos hipotecarios irán asociados a una cuenta a la vista o corriente a nombre de los prestatarios, en la cual se irán cobrando las distintas cuotas a pagar.
Al contar con una garantía real, es una de las operaciones de préstamo más seguras para la entidad de crédito que la concede.
Debido a las elevadas cantidades concedidas, los plazos para su devolución son más largos, y el tipo de interés a pagar más reducido en lo que respecta a otro tipo de préstamos.
El importe máximo concedido por la entidad financiera, suele estar en torno al 80% del valor de tasación del bien inmueble.
La cuota a pagar, rondará el 35% de los ingresos netos mensuales de las personas que lo solicitan.
Previo a su concesión, la entidad realizará un estudio de viabilidad sobre la capacidad de pago de los prestatarios en la que se requerirá abundante documentación (DNI, declaración de la renta, estudio de tasación del bien, Nota simple de la propiedad, últimas nóminas o declaración del IVA, contrato de trabajo…etc).
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Dentro de los préstamos hipotecarios y en función del tipo de interés que se aplique se califican en:
Es aquel, en el que el tipo de interés que se aplica, se mantendrá fijo a lo largo de toda la vida del préstamo. Esto quiere decir, que las cuotas mensuales a pagar serán siempre las mismas, de esta manera no habrá que preocuparse de las subidas o bajadas de los tipos. Suelen ser préstamos hipotecarios de duración más corta ya que no sobrepasan los 20 años.
Es aquel, en el que el tipo de interés que se aplica se revisa por lo general de forma anual (aunque puede ser semestral o trimestral), y se ajusta a las condiciones que el índice de referencia (euribor, mibor…) tenga en el mercado en ese momento. En este caso la duración de la vida del préstamo suele ser más larga pudiendo durar entre 30-35 años
Como su nombre indica, es una combinación de las dos modalidades anteriores. Por lo general se comienza el préstamo pagando un tipo de interés fijo que suele durar entre tres y cinco años, para posteriormente convertirse en variable.
En cualquiera de la opciones elegidas, no nos debemos olvidar que todos los préstamos hipotecarios llevan asociados unos gastos que se suman al precio de compra del bien: gastos de notario, de registro, tasaciones, comisiones de apertura, seguro de daños…etc.
Por lo tanto, antes de solicitar una operación de este tipo, debemos ser conscientes de que, debido a los grandes volúmenes prestados y la larga duración del crédito, los préstamos hipotecarios suelen ser las operaciones financieras más relevantes para cualquier familia, empresa o individuo.
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